jueves, 5 de mayo de 2011

Tú, yo y The Who

Estuvimos dos horas sentados en un pequeño parque cerca de casa. Empezamos hablando sobre el rock de los 90, solo para terminar dando pistas de música de décadas más lejanas. Para mí, el veredicto final era decir que el rock psicodélico de los 60 había sido la cumbre del estilo, y que Led Zeppelin había echado a perder toda una tradición de blues rock añadiéndole elementos pomposamente innecesarios. Ella, en cambio, creía que la cima se había alcanzado en los 80, década en la cual –decía ella- se había incorporado el elemento divertido al rock, para dejar de lado los orgasmos fingidos que tenían los guitarristas de décadas pasadas en pleno escenario, durante los festivales hippies.
Esta diferencia ‘musical’ no tenía nada de relevante. Ya nuestras discrepancias de estilística se habían manifestado en los muchos ensayos que habíamos tenido, para la banda anónima en la que tocábamos juntos. En principio, nuestros gustos no eran tan diferentes como parecía a primera vista. Compartíamos la pasión por el blues, lo cual nos ayudaba a hablar un lenguaje más o menos parecido, por ejemplo cuando decidíamos que no había nada más satisfactorio que una simplona improvisación en La Menor. La pelea empezaba cuando ella traía a tallar en la conversación a Stevie Ray Vaughan (o SRV, como ella prefería llamarlo), guitarrista de su más profunda admiración y que yo odiaba mucho. Luego entrábamos en la larga discusión de conceder un grado de divinidad a Eric Clapton: mientras yo consideraba que el guitarrista británico tenía el rango de Dios, ella prefería optar por creer que había sido un ‘pequeño querubín con algo de suerte’. Luego recordábamos a Hendrix en sus motivadoras presentaciones en vivo, porque por adelantado acordábamos que no había sido un gran guitarrista en estudio. En mi opinión, Woodstock había sido un magnífico despliegue de energía antes que una presentación de calidad musical; para ella eran un montón de hippies sin nada mejor que hacer. Pero pude sacarle una sonrisa cuando le canté un poco del coro del ‘See Me, Feel Me’ de The Who, el único grupo sesentero al que ella tenía un mínimo de respeto. Entonces empezábamos a hablar sin parar de The Who, grupo que nos gustaba a los dos por igual y que tocábamos, sin falta, en cada uno de nuestros conciertos.