viernes, 29 de mayo de 2009

Citizen


Andamos vestidos de los recorridos mas largos;

Si es que acaso ya no hubiese vuelta atrás, no debemos arrepentirnos, solo caminar hacia las nubes mas manchadas ¿Y son esas nubes manchadas de igual valor que los cándidos copos que brillan al sol? Pues no, pero no hemos de anhelar algo mas; somos exiliados y nuestros deseos, por lo tanto, han de ser tullidos por vergüenzas pasadas -¡Todo sea por la libertad!-

Nuestros gritos mas graves deben ser silentes, y los agudos tan solo pasar, como las notas andantes que nadie atiende, como melodías sosegadas por los coros de flor y nata.

Hoy el comité de fiestas ha soltado serpentinas de todo color, y se siente le glamour en el ambiente. Debemos apartarnos, entonces. Con la cabeza baja, y sin mojar los ojos -¡Todo sea por el Alto Mando!-

Se sienten los pasos acaso viniendo; retumban en nuestro ser como los campanazos del vigilante Azrael que se aproxima; llegose la hora con el reloj mas puntual de la mansión.

Y ya andan pasando las cabezas bruñidas, los primoroso ropajes, los escarpines mas refulgentes que nos hayan cegado. Debemos, pues, besar sus calzados, pretender los mohines mas alegres, solo para ellos, que acaso su semblante no vacile al vernos -¡Todo sea por su felicidad!-

martes, 26 de mayo de 2009

¿fue acaso la niebla?

No quisiera sonar codicioso ¡Pero mira cómo brilla el oro! Puedo imaginar las historias más macabras, o los pensamientos más sutiles. Carcajearme por su divinidad, o fruncir el ceño por la frivolidad de su propósito ¿Son estos síntomas de la esclavitud total?

Vivo, entonces, esclavizado en cuerpo y alma (si es que aun me queda), a plena voluntad de los males mas atroces, todos producto de su magna voluntad. Y vivo, peor aun, consumido en una desgracia que considero cómica, que redunda en mi mente como el mayor beneficio otorgado por el firmamento. Y vivo, además, lleno de las ideas mas ilógicas, que impiden mi andar, que se aferran a mis pies y, cual sanguijuelas, extirpan mis ganas de vivir.
¡Oh, esclavitud!¡Dulce esclavitud!

jueves, 21 de mayo de 2009

...i saw two lovers kissing


Hoy que todo empezó en la distancia. Recuerda, mi amor, que nos separa un océano, y peor aun, que yo no sé nadar.
Es por tantas de esas circunstancias improcedentes, por tantas situaciones molestas, que hoy mi ánimo anda de perros.
No es por tu voz al teléfono, sino por el teléfono en sí. Tanto cariño que no se puede dar por el complejo sistema de cuerdas vocales, y nosotros aquí, perdiendo el tiempo.

Si acaso, Paula, bastase pronunciar tu nombre para invocarte. Y a fantasear me debo ir a otro lugar; aquí andamos repletos de televisores de lo mas modernos, de radios a todo volumen y si la tecnología no basta, aparecen los grillos con su eterno chirrido.
Consideremos, además, que anda deprimida, y papá no vuelve todavía ¿volverá acaso? No es que se haya ido a comprar pan o pasear a los perros. Simplemente se fue y ya; sin mirar atrás y sin abrir la boca.

El cielo anda azul y las rosas florecen. Vaya que me siento encerrado en un verso de Bécquer, mas anda faltándome una Julia Espín a quien cortejar. Y ojala fueses tú, Paula, la Julia Espín a quien dedicaría los versos mas eróticos y románticos.

Y los sátiros sentimientos de querer abrir la ventana y lanzarme en espera de alas. No culpes mis pensamientos, menos aún frenes mis fantasías, tan sólo dame un golpe en la cabeza con un viejo jarrón, que ando idiota con Neverland, ridiculeces británicas.

Recuerdo, acaso con mi mala memoria, que la diferencia horaria de mi hogar al tuyo es de seis campanazos. He de suponer entonces que Morfeo te tiene prisionera, que andas soñando con tu rescate ¿soy yo, acaso, dicho príncipe azul? Bah, pero el azul me queda horrible. Sería yo mas bien un príncipe rojo, al que confundirían con sanguinario, algo muy curioso dada mi hemofobia; y tú que quieres ser médico, ironía.


lunes, 18 de mayo de 2009

Vitur (Cap. IV)

De la rebelión traducida


Muchos autores (e hijos de autores) me han consultado sobre revelación alguna, o un conjunto de ellas, que desemboquen en una prosa elegante.
La respuesta es tan irónica como ambigua. Yo la cito como una descripción mía, robándole el crédito a tantos otros que la han pronunciado antes.
Aún así no es viable creer que la prosa de Nietzsche, por ejemplo, sea de naturaleza similar, o acaso parecida, a la de Dostoievski, porque del verso no he de quejarme aún.
Una filosofía escrita tal cual literatura o una literatura que se nutre de la filosofía, son lamentablemente (y aun así tantos se ríen) exactamente lo mismo; y para letrados (y no tan letrados), las consecuencias son mas espantosas que un simple dolor de cabeza, tan sólo el síntoma inicial.

Fue así como Vitur, ciudad alguna vez tranquila, se fue llenando de estos hijos de la palabra, de los cuales la Iglesia tanto se quejó, por esa horrible manía de adornar la realidad y, sin escrúpulos, llenarnos la cabeza de la más cruda ficción.
Dijo alguna vez el Cardenal:

Sólo Dios, con su infinito conocimiento y amor, debe poseer la capacidad de conferir sueños, que sin duda, por su eterna calidad de gracia, serán de alguna manera provechosos, porque la labor del Padre es misteriosa, pero fructífera en un corazón fértil.


Con el pasar de los años nos hemos dado cuenta que dicha falacia fue un tiro por la culata y que aquel discurso mas bien aceleró la consolidación de esta prospera anarquía; pero en ese entonces fue, por el contrario, un fuerte tropiezo para las letras no reales.
El caos en las calles fue inevitable, y en ese entonces el caos tenía un nombre más alto. La ciudad se separó entre los personajes de naturaleza eclesiástica y los de pluma en mano. Siempre estuvo también el grupo que se acomodaría en el camino al bando al que considerasen ganador.

Para otra ciudad así de antigua, aquel tumulto habría sido solucionable, pero se dio la excepción, dado a las incautas circunstancias. Era esta una ciudad en la cual la labor de evangelización había sido limitada al ámbito familiar, en que las pronunciaciones de los del Alto Mando habían sido pocas, y esas pocas habían sido pura formalidad.
Así pues, los llamados por la Iglesia 'Demonios quiméricos', ganaron adeptos pese a su latente clandestinidad.

Alguna vez fui convocado, por mi fama de problemático que databa de mucho antes siquiera de la aparición de la fuerza religiosa, pero nunca accedí, pese a que la causa me parecía noble, era yo demasiado joven para procurar accionar algún dispositivo de rebelión, dado que gozaba de la burocracia y no tanto del movimiento. Sin embargo narrar mi participación en tan importante etapa de nuestra ahora más pacífica ciudad, sería tan solo producto de aquella voz vanidosa y ególatra que pueden apreciar mas bien, en todo su esplendor, en mis escritos de carácter mas prosaico.

Tanto los escribanos mas verídicos, como los historiadores mas fiables, narran esta rebelión como el suceso mas curioso de la zona, pero restándole la seriedad que se merece, por no ser una rebelión del todo convencional y que todavía (por mas contradictorio que suene) está en pleno proceso de apogeo.
Es curioso, sin embargo, que dos meses luego de iniciada dicha insurrección, se háyase la cabeza del Cardenal colgada en la rama de un abedul, y a unos cientos de metros mas allá, su cuerpo rígido.
Hoy en día nuestra nación, consolidada como cuna de las historias más hermosas y afables, da las gracias a tanta violencia, que como humanistas debemos criticar, pero como los animales que somos, aplaudimos.
Son esta serie de eventos que no hacen faltan detallar los que transmutaron a una ciudad esmerada en la teología y el saber cósmico, en lo que es el tronco del pensamiento libre y del debate interminable.
La rebelión traducida en resultados.


domingo, 17 de mayo de 2009

Vitur (Cap. I)

De la mujer solitaria


Debió esa mujer que se miró en el espejo. Los años habían corrido, y las estaciones indicadas ya habían pasado. El sentido de su vida no estaba aun subscrito del todo. Sus hijos e hijas dormían todavía, los rayos de sol no cumplían su papel.
Nunca debió dejarme. Era a estas horas de la mañana en que los pájaros cantaban, se escuchaban las estrellas quejarse antes de dar un último fulgor y perderse hasta que la luna dicte o hasta que el sol permita.

El invierno había llegado un poco mas frío de lo habitual, las flores no habían soportado aquellos gélidos alientos y se habían tendido.
Nunca debió abandonarme. Todo parecía parte de las páginas de ficción, de una realidad no tan real, de un sueño más que profundo. Pero sus lágrimas si eran de este mundo, un poco más frías que este invierno, un poco mas marchitas que las flores.
Y los días seguían pasando, los años. Las mañanas se volvían tardes, y las tardes se volvían noches, y las estrellas reían aún.
Nunca debió irse. Los sirvientes de la casa rondaban, como las aves carroñeras que son. Y brillaban los azulejos, no había hojas en el jardín principal ¡Oh, servidumbre!
Los sueños, alguna vez ausentes, ahora estaban latentes a plena luz del día, ya no había realidad que bastase, que llenase los vacíos.

No era una mujer de recuerdos, sino más bien de deseos y sueños. Que añoraba y le lloraba al pasado, pero no quería volver. Las noches de ese ayer eran de lágrimas, las noches de mañana serían de más lágrimas aún.
Nunca debió partir. Sus hijos no eran consuelo, sólo espejos del pasado que la acosaba. De pobre maternidad, de falta de amor, de tantas situaciones que nunca corrigió, de tantos eventos que nunca superó.
Y los grandes estantes de libros, cuyos autores suspiraban en el deseo de la palabra, del verbo que haría que cobrasen vida, la miraban atentos, como quien juzga a quien ya es culpable. Tenían tantas historias por contar, cada una más triste que la otra, o de ficción y delirio.
Nunca debió despedirse. Las tardes de Mayo se mostraban más arrogantes que nunca, tornando amigables brisas, en vientos helados, rocíos en lluvia, perfumes en mar.

Bien el sol de día sonreía, pero no la hacía sonreír. Bien las nubes hacían figuras, pero la imaginación no le alcanzaba, menos aún la voluntad. Era ella de soledad eterna, y así de tristeza. Añoraba el nunca de sus pensamientos, que se tornaban en confusión y luego en deseos que nadie sospechaba, que nadie escuchaba y que nadie cumplía ¡Oh, soledad!