domingo, 21 de junio de 2009

Decaf


...¿Qué es la vida sin una taza de café?

Mañana no bastará escribir versos, ni los largos trancos por parques desiertos en la mas tranquila de las danzas matutinas. Si acaso me apagasen la luz del sol y tuviese que andar descalzo, si acaso los vientos soplasen mas que fuerte, si acaso la incertidumbre me cegase y me dejara sin rumbo… ¿Qué es la vida sin una taza de café?

Que priven a todos de suculentos manjares, que la mas pequeña de las agujas del reloj se desplace mas rápido aún y así no se pueda saborear el mas dulce de los momentos, y la vida, ahora agria, se estrelle contra las ventanas de esta eterna vanguardia, de esta actualidad que nos digiere lentamente, pero…¿Qué es la vida sin una taza de café?

Han de mecerse las hojas de árboles tristes, las rosas han de teñirse de negro, los grandes capitanes que saludan a la patria han de huir y la generación naciente ha de escupir a la memoria de un mundo redondo, predecible y obstinado. Y si acaso tus cortinas revelasen ese destino, moribundo y vomitivo…¿Qué es la vida sin una taza de café?

Este futuro que se inscribe en nuestro andar merodea a nuestros pies, nos susurra los conjuros fatales que, como bichos sangrientos, han de trepar hasta la mandíbula de nuestras mujeres. Y los ojos se nos salen y nuestra garganta se seca y los niños lloran y los viejos mueren y…¿Qué es la vida sin una taza de café?


¡Un descafeinado, por favor!

Ha llegado la solución a todos nuestros problemas...


jueves, 11 de junio de 2009

Hoguera



Pasan los días moribundos
al son de la tranquila ribera,
que callan al que gritar quiera
desde el abismo profundo.

Con toda la existencia picada
y la gran fatalidad carcomida,
aquel que anda muerto en vida
persiguiendo su historia pasada.

¡Qué griten más bien los esclavos!
cuyos años, noblemente, atesoran
y entre paso y caída añoran
un crucifijo sin clavos.

¡Qué griten los reyes también!
envueltos en terciopelo,
que cuidan con mucho recelo
lingotes de oro de a cien.

¡Qué griten más alto los mares!
en su gran muerte empedrada
cual ultima ola, cansada
solloza en ocultos lugares.

¿Quién va parloteando en vano,
esputando malvada cizaña?
que al alma más ingenua engaña
portándose cual fiel hermano.

¿Quién deja este libro abierto?
Es solo el más triste compendio,
las llamas de un viejo incendio,
el corcel de un caballero muerto.


Gnzlrvs

lunes, 8 de junio de 2009

Hoy...


Hoy he visto por mi ventana, a plena luz de un muy radiante día, tejerse los delgados hilos de mi condición humana, y me siento agobiado.

Entre leves suspiros y mansos cuchicheos he preferido no quejarme ni llorar. Nunca he de dejar que la vida se carcajee de mí otra vez.

Hoy he visto a las grandes urbes moverse en zigzag, sin rumbo fijo, como perdidos en el cosmos, anhelando la infinidad en pequeñas porciones, y me siento agobiado.

La vida, en pleno vuelo, me extiende sus alas provocativas, me invita a su tortuoso viaje por recónditos y exóticos parajes.

Hoy he visto a nobles naciones que gritan por libertad, ser engullidas por lobos en un nauseabundo banquete, y me siento agobiado.

Las ingenuas plegarias de espíritus dóciles se han fundido bajo suelo. Se vanaglorian en el cementerio de las mas íntimas utopías.


miércoles, 3 de junio de 2009

La creación (pt. 2)



De la imprudencia


Con el tronar de los relámpagos coronó a su madre incertidumbre. Los días se hicieron semanas, las semanas se hicieron meses, los meses se hicieron años, y estos años acosaron a la eternidad incendiaria, producto de los hechizos nocturnos que se ruborizaban a la luz del alba.

Los místicos secretos tan bien guardados chispeaban por escaparse, o al menos por ser pronunciados en conjuro. Estas fórmulas mágicas ya sentían la nostalgia de los lustros de inutilidad.

Si acaso los labios hicieran verbo de su naturaleza, el estado inicial de este mundo sería mas que inevitable. Esta era la llave (tan sólo la primera) del tiempo suficiente para realizar los deseos, los sueños, las ilusiones, por mas vanidosas que sean. Lo mundano, en este caso, era la energía probable (la segunda llave), capaz de trastornar los cimientos de lo tangible, de alterar las raíces de este tan caótico existir.

Todo ser flotante, por más avanzada que sea su ineptitud, podía invocar la primera llave, en anhelo del control total de la disponibilidad de espejismos. La segunda llave, mas bien, era un árbol de frutos engañosos, una flor que advertía al que se acercase que era contenedora de las obras mas utópicas, pero que consigo traía el veneno narciso.

La paz y el sosiego, de un multicolor accesible a todo, habían caído hechizados por esta segunda llave, juramentada por quien sabe quien.

Es así como las rizomas de este hermoso paraíso se complicaron en una lúgubre escala de grises, cuyos tonos mas agrios no tenían nada que envidarle al azabache mas fúnebre ¿Era este el fin del pasar del tiempo? No...



Ha llegado la era del entendimiento…

martes, 2 de junio de 2009

La creación



De las eternas orillas


Cuando esta mi bella dama se dispuso a dormir y soñar, nunca creyó en la realidad de sus más profundas quimeras. Acaso de repente el mundo se tornó de un color azul pastel, y el cielo era una luz infinita que cegaba a quien osaba verla.

Ella despertó sin saber que aun soñaba, y mirando a las alturas contempló maravillada aquel efímero mundo, sin sospecha que era obra de sus más íntimos deseos. En ese vacío cosmico se escribía su nombre, entre espesas capas de humo celeste que habían tomado el lugar de las nubes, y los cantos de los pájaros se asemejaban mas bien a eternos violines que suspiraban notas románticas. Era ese el paraíso que tanto había anhelado; aún así no lo reconoció.

Caminó entre la densa selva, donde las hojas de las plantas se habían teñido de todos los colores que existían, e incluso algunos que ella desconocía. Las flores perfumaban el ambiente, con un aroma que cortaba el aire y bailaba, alterando todos los sentidos.

La textura de la vida era lisa e ingenua, las orillas de los ríos eran apacibles e invitaban a un eterno descanso. Recordó ella que se había quedado dormida a la orilla de aquel río. Fue entonces que el universo convulsionó.

Terribles azotes del cielo comenzaron a tragarse aquel mundo de tantos matices. Los cantos de pájaros cesaron, las plantas gemían en nostálgicos llantos y el cielo se tornó en una pizarra oscura, donde las estrellas, quietas, apenas centelleaban, como en últimos gritos de vida.



Y he aquí nosotros...