miércoles, 3 de septiembre de 2008

Reflexión del Niño Interior (I)

Son pocas las veces que el niño interior irrumpe en nosotros, pero cuando lo hace mueve cimientos, mueve quizás la vida misma. Capaz de poner de cabeza los preceptos mas intimiamente arraigados, las creencias y el credo.A veces a este niño se le da por perturbarnos en pleno de una caminata matutina, por las calles, hoy en dia tan repletas de transeuntes irreflexivos, a veces prefiere mas bien quitarnos el bien merecido descanso en una noche dominical, o en la ducha, o en la cocina o en cualquier lugar posible.

No ha de confundirse con la conciencia, que es mas bien el estado complementario de la mal llamada "ética", y mas bien merecido "criterio". Esa si irrumpe constantemente, pero su cabida no es tan grave, quizas porque ya hemos aprendido a vivir con ella.

El niño interior, prefiere mas bien corromper un poco nuestra prominente actualidad, remontandonos a tiempos mejores, donde nuestra filosofia de vida y doctrinas eran menos cuestionables, y menos manoseadas a conveniencia propia. Al fin y al cabo esa deberia ser la labor de la conciencia, pero ¡bah! ¿quién le da importancia a la conciencia?. Quizás es ella misma que en casos desesperados, toca a la puerta del niño interior, y con la garganta seca le pide que nos haga reaccionar.

Este pequeño gorgojo que tanto nos ajocha, y tanto nos hace involucionar a unos seres cuyo criterio es casi nulo, pero cuyo afán de vivir en plenitud es mas bien magnificado, nos lleva a la busqueda del equilibrio, ya muy aparte de los criterios sociales, o del razonamiento o de la lógica o de los prejuicios o cualquiera de esas tonterías impartidas equitativamente a lo largo de la corrupcion mental.

Pero los metodos son poco adecuados. Asi como es necesario asustar al niño con el coco, para que duerma temprano, tambien es necesario que el niño interior nos vislumbre a nosotros mismos como seres perversos y de metas de vida que han sido escatimadas para hacerlas mas viables. Retuerce y agita nuestra linea de tiempo personal, nos muestra como nuestros ideales, alguna vez tenaces, se han convertido en pequeños alambres maleables, y que facilmente permite excusas para ir tomando nuevas formas, cada vez menos consecuentes con las metas trazadas.

Hemos entonces venido a formar parte del grupo del que antes nos excluiamos, notas de la sinfonía que aburria a nuestros oidos, palabras del libro que juramos nunca leer. Y quizás lloramos, o nos quejamos de las circunstancias por las que hemos pasado, o la "injusticia de la vida"; esos entes que siempre estuvieron ahi pero nunca tomamos en cuenta, creyendo que su influencia sobre nuestro porvenir era nula. Entonces la culpa es nuestra.

viernes, 29 de agosto de 2008

Un oso con violin

I


Recuerdo a Europa, como si hubiese estado ahi ayer. Todas esas afrancesadas e inglesas y belgas y rumanas ¡Esas si son mujeres! Pero claro, y queda tacito para cualquiera que tenga mas sesos que un chimpance, que me estoy refiriendo a la vieja Europa. Hoy en dia, mujeres ya no hay, son todas unas putas, o peor aun, unas hijas de sus madres putas. Y cabe tambien mencionar que nunca he estado en Europa.

Como voy a haber estado en Europa, si pocas veces salgo de mi hogar, si pocas veces salgo de mi dormitorio, si pocas veces salgo de mi cama, si pocas veces estoy vivo. He de hacer caso a mi tio y buscar a una de esas hembras en celo que mueven un poco la cama; pero los tornillos estan debiles, y en todo caso yo solo quiero dormir. Dormir y comer. Dormir y comer y leer el diario. La seccion de humor del diario ya fue eliminada. Me vale, porque yo siempre me rio desde la primera plana, y hasta la seccion donde jovencitas ofrecen sus calidos servicios; deben ser las hembras en celo de las que habla mi tio...quizás cuando repare el problema de los tornillos, o quizas en el suelo, o en la mesa, o en el jardin, o quizás volveré a dormir. Dormir y comer. Dormir y comer y leer el diario.

Y bañarme y ver a la esposa del vecino, o mas bien ver su prominente busto; obviamente operado varias veces, a menos que a los 30 años aun le siga creciendo, quien sabe. Yo de mujeres poco o nada sé. Ella toca el violín, An der schönen, blauen Donau, dice ella. Yo mas bien lo oigo como una interminable sinfonia de notas mal tocadas. Su nombre es Thalia, o Tania, o Tatiana. Tatiana como la hija de Boris. Boris murió hace 10 años. Boris nunca vivió.
En la acera del frente la hija de aquella familia, cuyo apellido de escritura alemana y pronunciacion rusa mas bien parece un insulto camuflado, corta el cesped. Sus pechos no son prominentes, no pasa de los 20 años, no toca el violin, solo corta el cesped y vive, o quizás no. No es de mi incumbencia, yo quiero terminar de leer el diario en mi cama de tornillos flojos, de sabanas grises, de almohadas grises, de barniz gris. Te dejo cortar el cesped en paz, mujer de busto pequeño.

Un cigarro no me hara mal, ni dos, ni tres. O toda una cajetilla. Eso si me ha de hacer mal, pero yo ya estoy muerto, o quizas no. No es de mi imcumbencia.

Thalia o Tania o Tatiana toca a mi puerta a veces, viene por el violin, que yo nunca uso y ella usa mal. Yo le abro la puerta, le miro el busto, le doy el violin, le miro el busto y me despido. Le invitaria una taza de cafe, pero no tengo nada mas que cigarrilos. Y ya que no me hara daño fumo uno, o dos, o tres, o una cajetilla. Llevate el violin, mujer de tetas operadas, y dejame fumar.

viernes, 22 de agosto de 2008

Oh, yo (parte 1)


No debiamos haber contado el secreto a nuestros padres; por algo aun era la adolescencia la que nos colmaba carne y huesos, y espiritu (si es que lo teniamos). Hubiese sido mas prudente aun reservarnos todo, como un grupo que solo con sangre sella el compromiso y el mutuo acuerdo de discresion absoluta.Por eso, y solo por eso, no lo culpabamos. Como alma pura e inocente que era, no debiamos pretender que guardase tal mancha en su excelente expediente de vida, pese a que el mayor perjuicio se daria a nosotros, las ovejas negras de la familia; ¡que dijo ovejas!, lobos nos llamaban ellos.
Y nos miraban, arrinconados, momento propicio para que soltasen burlas, o regaños, segun prefiriesen. Pero mas bien renegaban para ellos mismos, haciendo signos de reprobacion con la cabeza, y ese era un castigo mas duro aún, pero ¿acaso ellos lo sabian? No, ellos no sabían nada, su mundo que vagaba entre numeros ya sean los escarchados o los verdes, nunca hubiesen sabido que podiamos percibir que el aroma en el aire no era reprobacion, sino decepcion. Entonces llegaba la sensacion de culpa, que bien sabiamos pasaria en un par de horas, pero aun asi era tan amargo que acudiamos a nuestro instinto gregario para repartir el dolor entre todos.
Muy infeliz hubiese optado por la parametrada vida que la secundaria escolar me proponia, y que traeria consigo, loas por parte de cualquier mente adulta, en su afan de excavar lo mas profundo en lo incierto del futuro. Pero no. Mi parte humana, o lo poco que quedaba de ella tras la convivencia con tan repugnantes mentes azotadas por lo absurdo de la sociedad, no me permitia desechar aquel amor (o mas bien pasión) por lo absurdo, mal llamado abstracto; sensaciones en las que feliz me hubiese ensimismado, pero siempre me topaba con la cruda realidad, o quimérica definicion de realidad que intentaban darme los menos dotados de sesos.
Poco o nada me importaba la insistencia, terquedad o derivados, que procuraban corromper mi mente, y transformar mis bien arraigados principios de vida, y afanes filosoficos, mas teoricos que llevados a la practica. Quizas eso era lo mas criticable y cuestionable que mi particular forma de vida traia consigo, ademas de los aquejos del dios verde, que mis padres nunca cuestionaban, como si cuerpo y alma dependiera del delicado papel este, que en mis manos no hubiese durado mucho, pues el lema que siempre les decia "las cosas vanales le dan sentido a la vida" era una de las pocas profecias que si ponia en practica, y vaya que lo hacia.
Solia mirar por encima del hombro a los demas personajes, aquejados y simplones, producto de una formacion dirigida a la mediocridad mental, la cual en tiempos pasados envidiaba, por lo sencillo que se veia, pero cuando me imaginaba como un personaje cuyo criterio habia sido reducido a nada, sacudia la cabeza con gran fuerza, y sonreia como pocas veces lo hacia, agradeciendo a quien sabe que o quien, por tener la prominente capacidad de raciocinio
existencial de la cual me jactaba, claro que en voz baja, para no levantar sospechas.
No es que yo contemplase el cielo horas de horas, y encontrase en dicho vacio una excusa de vida; todo lo contrario, encontraba en lo gris del cielo citadino, la genialidad del hombre como ser pensante, pero a la vez lo ridiculo de su planeamiento, cuyas metas ¿quien sabia?, cuya razon de ser ¿quien se planteaba?, cuya magia que los condenaba como absolutos soberanos de su medio (o al menos de eso presumian) ¿quien pronfundizaba?
Eramos entonces peor que animales, aun limitados por comportamientos condicionados, pero sin ser concientes de ello, mirandonos como monarcas del infinito, y hasta más. Creyendo en falacias, que para conveniencia propia, habian transformado en verdades absolutas e incuestionables. ¿y aun asi valia la pena vivir? Si, lo valia. Para soltar las debidas carcajadas, y mofarnos de su redundancia en los problemas. Podriamos haber procurado un cambio, pero a largo plazo el
resultado seria el mismo, porque nadie nos entendia; o al menos eso nos gustaba creer, para mantenernos como mentes pensantes pero inactivas.¿Y ellos qué eran? Idiotas, y por voluntad propia, asi que este adjetivo les quedaba chico. Mas el sentimiento era mutuo; ellos tambien nos tildaban de carentes de intelecto, basados en un sistema numerico, seguramente, o algo parecido; al fin y al cabo, su vida era por los numeros y para los numeros.

miércoles, 23 de julio de 2008

at the station

Si todos los dias fuesen como hoy

o mejor aún, hoy fuese como todos los dias

podriamos ver ayer y decirnos a nosotros mismos

lo que queremos hacer mañana




Y si la vida fuese tan solo un instante

y aquel instante valiese una vida

las alegrias y las tristezas se mezclarian

en una sensacion mas unica



Si en aquellos cuartos blancos, de luz y brillo

se asomaran tus ojos oscuros y curiosos

quizas, y solo quizás verías mas que el resto

verias las impredecibles figuras ajenas a ti



Si todo lo que estoy escribiendo, fuese real

quizas no lo estaría escribiendo

quizas estaria viviendo el hoy, que es ayer

el unico instante de vida que tengo



Y me perdería en tus ojos oscuros.


:) shalala

domingo, 20 de julio de 2008

with black curtains

Yo me escondía, trás aquel vidrio, delgado, transparente. No recuerdo exactamente desde cuando lo hacia, pero solía pararme en frente de dicha ventana, y esperar hasta que el reloj marcase la hora apropiada.


Salía ella entonces, vestida de negro, con aspecto funebre y mirada fría. Observaba el cielo, que para ella siempre se mostraba estrellado, con la luna mas brillante que nunca. Alzaba con delicadeza una de sus manos, y tomaba una estrella del cielo, como si fuese un caramelo. La saboreaba y sonreía. O había otras veces, que quizás ella consideraba ocasiones propicias, en que se dedicaba a una caminata nocturna, pisando con sus pies descalzos las flores de su jardin con gran delicadeza, excepto los tulipanes, no se dignaba a pisarlos, mas bien se agachaba y los acariciaba, les mormuraba algo, que por la distancia yo no podía oir.



¿Su nombre? Adara la llame un tiempo, en mi limitado conocimiento del latin, y en un intento desesperado de nombrar en una lengua sublime a tan exquisita dama, pero la verdad nunca supe su nombre verdadero. Solamente la veía, la contemplaba, todo el tiempo que se me permitiese. Deseaba acariciarla, y sí, lo hacía, pero a la distancia. Acariciaba el vidrio, como si de ella se tratase, y cuando ella sonreía entre sus dialogos con sus tulipanes, yo mas bien le atribuia dicha sonrisa a mis tan esforzadas caricias.



Oh, Adara, en la distancia
entre estrellas que nada son a tu lado
entre caricias que, yo sé, tu sientes
más con tu mirada ajena, mientes
a este pobre amante, ignorado.



Hoy mas bien, me asomo poco a la ventana, siempre asegurandome que sea a horas que ella no se digne a salir, para mirar tan solo los inmensos jardines, con esos tulipanes a quienes envidio, con esas estrellas que no brillan hasta que ella sale. Ya no ha de gozar de mis caricias, y yo sé que ha de extrañarlas. ¿Sonreirá aún?