miércoles, 23 de julio de 2008

at the station

Si todos los dias fuesen como hoy

o mejor aún, hoy fuese como todos los dias

podriamos ver ayer y decirnos a nosotros mismos

lo que queremos hacer mañana




Y si la vida fuese tan solo un instante

y aquel instante valiese una vida

las alegrias y las tristezas se mezclarian

en una sensacion mas unica



Si en aquellos cuartos blancos, de luz y brillo

se asomaran tus ojos oscuros y curiosos

quizas, y solo quizás verías mas que el resto

verias las impredecibles figuras ajenas a ti



Si todo lo que estoy escribiendo, fuese real

quizas no lo estaría escribiendo

quizas estaria viviendo el hoy, que es ayer

el unico instante de vida que tengo



Y me perdería en tus ojos oscuros.


:) shalala

domingo, 20 de julio de 2008

with black curtains

Yo me escondía, trás aquel vidrio, delgado, transparente. No recuerdo exactamente desde cuando lo hacia, pero solía pararme en frente de dicha ventana, y esperar hasta que el reloj marcase la hora apropiada.


Salía ella entonces, vestida de negro, con aspecto funebre y mirada fría. Observaba el cielo, que para ella siempre se mostraba estrellado, con la luna mas brillante que nunca. Alzaba con delicadeza una de sus manos, y tomaba una estrella del cielo, como si fuese un caramelo. La saboreaba y sonreía. O había otras veces, que quizás ella consideraba ocasiones propicias, en que se dedicaba a una caminata nocturna, pisando con sus pies descalzos las flores de su jardin con gran delicadeza, excepto los tulipanes, no se dignaba a pisarlos, mas bien se agachaba y los acariciaba, les mormuraba algo, que por la distancia yo no podía oir.



¿Su nombre? Adara la llame un tiempo, en mi limitado conocimiento del latin, y en un intento desesperado de nombrar en una lengua sublime a tan exquisita dama, pero la verdad nunca supe su nombre verdadero. Solamente la veía, la contemplaba, todo el tiempo que se me permitiese. Deseaba acariciarla, y sí, lo hacía, pero a la distancia. Acariciaba el vidrio, como si de ella se tratase, y cuando ella sonreía entre sus dialogos con sus tulipanes, yo mas bien le atribuia dicha sonrisa a mis tan esforzadas caricias.



Oh, Adara, en la distancia
entre estrellas que nada son a tu lado
entre caricias que, yo sé, tu sientes
más con tu mirada ajena, mientes
a este pobre amante, ignorado.



Hoy mas bien, me asomo poco a la ventana, siempre asegurandome que sea a horas que ella no se digne a salir, para mirar tan solo los inmensos jardines, con esos tulipanes a quienes envidio, con esas estrellas que no brillan hasta que ella sale. Ya no ha de gozar de mis caricias, y yo sé que ha de extrañarlas. ¿Sonreirá aún?