jueves, 17 de septiembre de 2009

¡Hey, niño avestruz!

Una vez la secuencia de eventos poco afortunados ha posado la mirada en cualquiera de nuestras esencias, la búsqueda de la verdad, o siquiera de la salvación, es tan impertinente como nuestro mérito de ellas.

Así, escondidos bajo las sábanas de la muy débil voluntad, con tan pocas ganas de vislumbrar las circunstancias que ya están por atormentarnos, solo queda esperar a que toquen la puerta, trayendo consigo la reminiscencia de todo lo perdido y todo lo que hemos de perder.

Esos son los muy ridículos espectros del pasado, que dibujan sus hurañas siluetas, y se ocultan a los ojos, pero cuya precipitada aura y su constante tamborileo, que llega a nuestros oídos cual hermoso canto nupcial, es sin lugar a duda una ceremonia de pacto con la ahora bien disfrazada fatalidad.

Y siempre escondiendo la cabeza bajo tierra. No sé a que ave me recuerdas.

¡Qué podridos estamos todos!