jueves, 16 de julio de 2009

M.A

Aquel lunes, que mas bien parece martes, en el jardín de atrás que mas bien parece un parque, juega ella entre enredaderas y lirios.
Desliza la sonrisa de aquí para allá, baila entra orugas, capullos y mariposas. Corta el viento con las fuertes ráfagas de su voz y ríe como las ninfas de Odiseo.
No he de enamorarme de sus oscuros cabellos, hilos negros que juguetean y ven el mundo pasar y el silencio callar. Salen de detrás de esa espesísima selva dos espejos que hipnotizan, que atraviesan la pupila y que acogen el reflejo entre los manantiales y las oscuras pantallas que todo lo ven.
Y yo observo. Escribo los detalles en la corteza de un árbol, en los pétalos de una flor o en el barro trás la lluvia ¡Cómo quisiera recordarlos todos! Mirar sus pies bailar descalzos sobre el pasto, con la delicadeza de la más sutil de las danzarinas. Y cantar, cual ruiseñor, las notas mas exactas que entran por el oído y enamoran a toda alma, a todo ser, a todo hombre.

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