jueves, 11 de junio de 2009

Hoguera



Pasan los días moribundos
al son de la tranquila ribera,
que callan al que gritar quiera
desde el abismo profundo.

Con toda la existencia picada
y la gran fatalidad carcomida,
aquel que anda muerto en vida
persiguiendo su historia pasada.

¡Qué griten más bien los esclavos!
cuyos años, noblemente, atesoran
y entre paso y caída añoran
un crucifijo sin clavos.

¡Qué griten los reyes también!
envueltos en terciopelo,
que cuidan con mucho recelo
lingotes de oro de a cien.

¡Qué griten más alto los mares!
en su gran muerte empedrada
cual ultima ola, cansada
solloza en ocultos lugares.

¿Quién va parloteando en vano,
esputando malvada cizaña?
que al alma más ingenua engaña
portándose cual fiel hermano.

¿Quién deja este libro abierto?
Es solo el más triste compendio,
las llamas de un viejo incendio,
el corcel de un caballero muerto.


Gnzlrvs

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