lunes, 11 de enero de 2010

Una trampa a Dalid


Digámosle a Dalid que su obra es buena. Esa ha de ser una magnífica broma. Ella, que ha estado pintando y manchando toda la noche, se dejará engañar muy fácilmente, porque el sueño es el peor enemigo del buen juicio.
En el primer cuadro vemos algo así como un elefante, que avanza a sus anchas en un bosque de blancos narcisos. Si acaso aquel animal tropezase, todas las bellas flores se echarían a perder. Por ello, el elefante ha decidido caminar de puntillas, dicho sea de paso. Así los narcisos permanecerán intactos.
En el siguiente lienzo, un poco más tosco, se dibuja un hombre sentando en un banco, en actitud de reflexión. A su lado está sentada una mujer, pero ella no tiene nada que ver en el cuadro; si se le quitase daría lo mismo. Este hombre pensante sostiene su sombrero, como si se le fuese a caer, y mira a su izquierda con curiosidad. Habría que señalar que la mujer esta sentada a su derecha, por lo tanto aun no tiene razón de ser.
En el último cuadro que ha pintado anoche está dibujado algo que no hemos entendido del todo. Debe ser por nuestra ignorancia del arte contemporáneo. Un pequeño roedor toma una ducha en una tina azul. Vemos que en su pata derecha sostiene un jabón el cual amenaza con usar. Sin embargo, este pequeño animal parece bastante limpio y la ducha sería innecesaria. Todo esto nos confunde. En este caso, el jabón andaría sobrando, o quizá el roedor.
“El poder de la mente sobre la materia, hermano mío”. No hay nada más que decir.