lunes, 18 de mayo de 2009

Vitur (Cap. IV)

De la rebelión traducida


Muchos autores (e hijos de autores) me han consultado sobre revelación alguna, o un conjunto de ellas, que desemboquen en una prosa elegante.
La respuesta es tan irónica como ambigua. Yo la cito como una descripción mía, robándole el crédito a tantos otros que la han pronunciado antes.
Aún así no es viable creer que la prosa de Nietzsche, por ejemplo, sea de naturaleza similar, o acaso parecida, a la de Dostoievski, porque del verso no he de quejarme aún.
Una filosofía escrita tal cual literatura o una literatura que se nutre de la filosofía, son lamentablemente (y aun así tantos se ríen) exactamente lo mismo; y para letrados (y no tan letrados), las consecuencias son mas espantosas que un simple dolor de cabeza, tan sólo el síntoma inicial.

Fue así como Vitur, ciudad alguna vez tranquila, se fue llenando de estos hijos de la palabra, de los cuales la Iglesia tanto se quejó, por esa horrible manía de adornar la realidad y, sin escrúpulos, llenarnos la cabeza de la más cruda ficción.
Dijo alguna vez el Cardenal:

Sólo Dios, con su infinito conocimiento y amor, debe poseer la capacidad de conferir sueños, que sin duda, por su eterna calidad de gracia, serán de alguna manera provechosos, porque la labor del Padre es misteriosa, pero fructífera en un corazón fértil.


Con el pasar de los años nos hemos dado cuenta que dicha falacia fue un tiro por la culata y que aquel discurso mas bien aceleró la consolidación de esta prospera anarquía; pero en ese entonces fue, por el contrario, un fuerte tropiezo para las letras no reales.
El caos en las calles fue inevitable, y en ese entonces el caos tenía un nombre más alto. La ciudad se separó entre los personajes de naturaleza eclesiástica y los de pluma en mano. Siempre estuvo también el grupo que se acomodaría en el camino al bando al que considerasen ganador.

Para otra ciudad así de antigua, aquel tumulto habría sido solucionable, pero se dio la excepción, dado a las incautas circunstancias. Era esta una ciudad en la cual la labor de evangelización había sido limitada al ámbito familiar, en que las pronunciaciones de los del Alto Mando habían sido pocas, y esas pocas habían sido pura formalidad.
Así pues, los llamados por la Iglesia 'Demonios quiméricos', ganaron adeptos pese a su latente clandestinidad.

Alguna vez fui convocado, por mi fama de problemático que databa de mucho antes siquiera de la aparición de la fuerza religiosa, pero nunca accedí, pese a que la causa me parecía noble, era yo demasiado joven para procurar accionar algún dispositivo de rebelión, dado que gozaba de la burocracia y no tanto del movimiento. Sin embargo narrar mi participación en tan importante etapa de nuestra ahora más pacífica ciudad, sería tan solo producto de aquella voz vanidosa y ególatra que pueden apreciar mas bien, en todo su esplendor, en mis escritos de carácter mas prosaico.

Tanto los escribanos mas verídicos, como los historiadores mas fiables, narran esta rebelión como el suceso mas curioso de la zona, pero restándole la seriedad que se merece, por no ser una rebelión del todo convencional y que todavía (por mas contradictorio que suene) está en pleno proceso de apogeo.
Es curioso, sin embargo, que dos meses luego de iniciada dicha insurrección, se háyase la cabeza del Cardenal colgada en la rama de un abedul, y a unos cientos de metros mas allá, su cuerpo rígido.
Hoy en día nuestra nación, consolidada como cuna de las historias más hermosas y afables, da las gracias a tanta violencia, que como humanistas debemos criticar, pero como los animales que somos, aplaudimos.
Son esta serie de eventos que no hacen faltan detallar los que transmutaron a una ciudad esmerada en la teología y el saber cósmico, en lo que es el tronco del pensamiento libre y del debate interminable.
La rebelión traducida en resultados.


1 comentario:

  1. Empezamos bien...pero tanta palabra dificil me hizo perder y se me escapo la atención..voy a seguir leyendo la proxima entrada, el titulo me parece interesante.

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