martes, 9 de febrero de 2010


¿Qué debo escribir sobre M. que no este escrito ya? Todo lo que escribo tiene algo de ella, a manera de rompecabezas. Nombro con orgullo sus cualidades, con cabeza baja sus defectos y manifiesto los sentimientos que provoca en mi: a veces a manera de agradecimiento, otras veces a manera de queja.
Me exalto sin razón y busco con demencia describirla minuciosamente, encerrar toda su esencia en unas cuantas líneas y luego contemplar el texto como si estuviese admirando su rostro. Dibujo su sonrisa y, en cambio, fluyen las letras, que se entretejen de tal manera que ahí está ella, como queriendo escaparse.
Es lo inverosímil de toda esta situación lo que lo convierte en un perfecto sedante. La sensación de lejanía constante, acrecentada por unos celos un poco vacíos que se cuelan en mi sano juicio. Todo esto muy divertido, claro está. Es casi un pasatiempo que despeja la mente del aburrimiento y de cualquier forma de abatimiento que pudiese tener lugar en un espíritu movido por estilos más mundanos.
Soy, entonces, escritor por ella. Es ella la razón y el principio de este todo. Y vaya que esta destacada auto insuficiencia no tiene cabida en alguien que le escribe a cosas de este mundo. Por ello me he dedicado más a lo metafísico e inalcanzable. Porque, aunque las palabras no bastan, es mejor que se escriba sobre eso que no podemos ver ni escuchar, sino tan solo leer. Pasar las hojas y darnos cuenta de que estamos entendiendo un poco más lo no entendible. Y cuando el libro se cierre estar un poco más cerca de todo ello y creer poder alcanzarlo. Sólo por un momento corto, la realidad es otra.
Debe ser por ello que escribo. Para acercarme a ella, que representa el ideal inalcanzable. Bastaría con decir que aquel que puede, actúa y aquel que no puede, escribe. No es de grandes hombres idealizar las metas más intrépidas y tan solo dejarlas en palabras, pero es de hombres minúsculos el no imaginarlas y dejar a proyección un vacío que será igual de inalcanzable que la más alta aspiración. Puedo decir entonces que no soy grande ni minúsculo, soy solo aquel que escribe para una mujer en un intento de que las palabras transmitan algo y no lo dejen en el interior.